Sobre nosotros
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Perfección
de café -
Desde 2014, Sargento Martinho ha hecho más que perfeccionar una vieja tradición: hemos iniciado una nueva. Guiados por una nueva ola internacional, fusionamos técnicas antiguas de tostado de café con tecnología y conocimientos modernos para crear sabores y aromas únicos. Sargento Martinho elabora todo en pequeños lotes en una microtostadora en Lisboa. Para lograr el mejor sabor, nuestros productos deben consumirse dentro de los 45 días posteriores al tostado, asegurando que cada café te brinde la mejor experiencia.
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Cafés
especialidad -
Son cafés 100% Arábica; con puntuación certificada superior a 80 puntos en una escala de 100; asado por un profesional; cuyo tostado sólo desarrolló las características orgánicas del café (no sabe a hierba, a paja, a humo o a quemado...); cuya información sea accesible y transparente (como origen, fecha de tueste, proceso…).
"El café de especialidad es café, eso es todo, café. Es simplemente un café muy bueno".
— Sargento Martinho
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estética,
transparencia
y contenido -
Los supermercados están inundados de cafés pero la verdadera diferencia entre ellos está en la estética del envase. Sin embargo, estos envases ocultan al cliente información que nos parece imprescindible en tantos otros productos: de dónde viene, quién lo cultivó, qué tipo de variedad, su frescura, su huella ecológica, etc…
De la misma manera que preguntas por tu vino, tu carne, tus verduras, pregunta también por tu café.
El sargento Martinho se inspira en una mujer que en los años 60 formó parte del grupo pionero de enfermeras paracaidistas, las primeras militares portuguesas, que volaron para saltar sobre África en arriesgadas misiones de búsqueda y rescate.
Cuando terminó la guerra, las enfermeras paracaidistas fueron reconocidas como valientes en su misión y también fueron extremadamente importantes para la emancipación de las mujeres en Portugal. También se les ordenó regresar a Portugal.
Si por un lado la sargento Martinho extrañaba su país, su corazón a estas alturas ya pertenecía a África y por muy felices que estuvieran sus compañeros, tenía un peso en el pecho de tristeza por tener que abandonar la que se había convertido en su tierra en los últimos años. años. Mientras sus compañeros hacían las maletas y contaban las horas para regresar a Lisboa, ella contemplaba el denso bosque e imaginaba lo difícil que le resultaría salir de allí. Recordó cómo sus padres la habían condenado por convertirse en soldado y lo mal que se sentía por la vergüenza que sentían por su decisión. También recordó las fuertes amistades y conexiones que había construido en África, que tendría que abandonar y no volver a ver nada más abordar el avión para regresar a casa...
El día de la partida, camino al avión, las lágrimas corrían por su rostro, extrañando ya las que dejó atrás. Sus compañeros la abrazaron y le dijeron que todo saldría bien y que en cuanto ella llegara a Lisboa todo estaría bien. Pero en tono de desprecio por esas lágrimas, uno de los compañeros le pregunta: “Si tanto te gustan, ¿por qué no te quedas?”. Y lo que se suponía era una pregunta para devolverla a la realidad, sonaba como la solución que el sargento Martinho necesitaba escuchar. Una sonrisa de complicidad se dibujó en su rostro y gritó fuerte e inesperadamente: “¡Para el auto!”
El sargento Martinho ya había sobrevolado muchas veces en helicóptero esa finca de café silvestre abandonada cuando se encontraba en misiones de rescate. Era una ladera gigante, un infierno verde con tantos árboles y la mayoría de ellos eran cafetos. Sintió un aire fresco de esperanza cruzando su rostro. Sabía que había tomado la decisión correcta al quedarme en África. Tomó sus ahorros y compró esa extensa montaña.
Con el tiempo, mucha dedicación y con la ayuda de muchos amigos, esa pequeña parte de la selva fue
dominó y la Granja fue recuperada. Y poco a poco se fue creando una pequeña comunidad apoyada en la cultura del café silvestre…